EL FONTANERO Y SU MUJER
Hace años buscaba yo un instalador de sanitarios para el Corgo con el fin de instalar un calentador de agua de 100 litros de depósito para subsanar la corrosión que se originaba cada año y así solucionar el problema de una vez por todas. Una vez que había llegado a un acuerdo sobre el modelo y el precio, empezó sin más su trabajo. Trajo a su mujer consigo y me pidió que le pusiese unos cuantos empastes blancos. Mi pequeño equipo dental de vacaciones estaba perfectamente preparado para realizar este trabajo odontológico. Finalmente las dos partes quedamos satisfechas con cada trabajo; el fontanero dio por compensado su trabajo con el mío. El calentador aún trabajó muchos años sin ningún fallo, espero que los empastes hayan durado lo mismo sin ocasionar ningún tipo de molestias.
RECONOCIMIENTO EN SERIE
Una mañana ya tarde me puse de camino con un cargamento de instrumentos esterilizados al bar de Cristo para revisar el estado dental de algunos de los hombres y comunicarles lo que tenían que hacerse. Subí al bar y allí ya me estaban esperando. Uno tras otro se sometieron al reconocimiento y a través de Cristo, que hacía de traductor, les di los resultados a todos. Una vez realizado el trabajo cuando ya me disponía a volver a casa alguien me dijo: ¡Quieto, no tan de prisa!! Aún tenía que recibir el gesto de agradecimiento de la gente. En la barra se encontraban 6 vasos de gin tonic en línea y llenos hasta los topes. No hubo manera de rechazarlos y vacié rápidamente todos los vasos, me subí a mi Rover y me puse en marcha hacia el Corgo. Treinta metros antes de llegar a casa empezó a bailarme mi entorno, se duplicaba y triplicaba. Salí flechado hacia mi cama y bien tarde de noche desperté con un hambre voraz y una resaca tremenda.
EXACTITUD DE LOS GALLEGOS
Es la 1 de la tarde y nosotros estamos de camino con el coche en dirección a Ribeira y escuchamos en la radio las noticias sobre el temporal. La locutora dice que pasará cerca de las 2 de la tarde con una velocidad del viento de 140 km/h en esta zona. Mis primeros pensamientos al respecto fueron: ¿Cómo es posible tal exactitud del pronóstico de la información meteorológica gallega?
¿Nos habríamos equivocado y la mujer de la radio quiso decir “mañana”? Mi mujer lo negaba.
14 horas: Compruebo que el temporal no ha comenzado.
15 horas: El temporal todavía no ha encontrado el camino hacia aquí.
16 horas: En las noticias nos enteramos que entraría entre las 21 horas y 6 de la mañana.
En fin, lo veremos…
21.05 horas: El superviento y la lluvia han comenzado, a juzgar por los ruidos del viento y del balanceo de los árboles podría decirse que se ha alcanzado la velocidad de 140 Km/h anunciada.
En Galicia hay que tener a veces un poco más de paciencia que en otras partes del globo.
EL PELUQUERO
Hace años había una peluquería en la calle Buenos Aires cuyo espacio se podría considerar minúsculo, nunca antes había visto una peluquería tan pequeña. Se entraba a ella a través de una puerta muy estrecha entre dos ventanas. Justo a la izquierda se encontraba un banco de aproximadamente 1 metro de longitud en el que se sentaban los hombres. Desde aquí se podía observar un calendario muy antiguo en el que aparecía una chica Pin-up como salida de la taquilla de un soldado americano de los años 40. El ancho del local se puede describir rápidamente: con los brazos abiertos hacia los lados se tocaban ambas paredes. A continuación a mano derecha estaba un lavabo de manos y justo enfrente había colgado un espejo semi inclinado en el que ya uno no se reflejaba nítidamente. Este era el lugar de trabajo del peluquero. A continuación un largo colgador de toallas y ya al fondo en la esquina derecha se veía un viejo sillón de peluquería de hierro forjado. En este sillón se sentaba el cliente para cortar el pelo y se le elevaba con un pedal, hasta que tuviera delante de los ojos la bombilla toda salpicada de caca de moscas (su luz de trabajo). El cuarto se cerraba a la izquierda con una puerta estrecha que solamente se podía atravesar poniendo un hombro delante del otro; En el suelo, detrás de la puerta, a través de una ranura de aproximadamente 20 cm de ancho se podían ver los pelos cortados desde su inauguración hacía X años, de todos los colores habidos y por haber. Ahora mis pelos también se unirían a esos. Es posible que también estuvieran allí los pelos que Cristóbal, dejó que le cortaran el día de su boda en 1986. Mi primer contacto con el peluquero tuvo lugar en el garaje de Pepe. El maestro viajaba durante todo el día con una bicicleta completamente oxidada de un lado para otro: En la pierna del pantalón llevaba una pinza de la ropa para evitar que ésta se metiera entre la cadena de la bicicleta. Su herramienta de trabajo la tenía en un pequeño bolso de médico cuya asa estaba reparada con un cordón. Empezó a cortarme el pelo con su mano experta tan meticulosa e intensamente que después del corte tenía agujetas en los músculos del pelo. Una vez me pidió que le trajese tijeras especiales de Alemania, debían estar fabricadas concretamente en Solingen. Se las regalé y desde entonces nunca más tuve que esperar para cortarme el pelo.
viernes, 7 de mayo de 2010
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